Tecnología para padres paranoicos: Seguimiento GPS para niños y perros

La preocupación de los padres los lleva a querer saber en todo momento dónde y con quién están sus hijos, sobre todo si se trata de niños pequeños. Los avances tecnológicos, como celulares y pequeñas cámaras de seguridad, permiten tener un mayor control sobre ellos, pero no es suficiente para los más paranoicos. Por eso, muchos no tienen reparo en utilizar simples sistemas de espionaje, como los dispositivos de seguimiento por GPS.

Muchos padres temen que sus hijos se pierdan o que les pase algo y ellos no sepan dónde están. Otras personas temen perder a sus mascotas o que el abuelo se extravié camino a casa. Distintos dispositivos les permiten seguir cada paso de sus familiares: chips que se conectan a satélites GPS y redes de móvil que siguen a personas e informar de su localización. El usuarios puede buscar los rastreadores en Internet y configurar el envío de alertas.

Si el coche que es seguido abandona el estacionamiento en un determinado momento o si supera el límite de velocidad, el usuario recibe un aviso a través de un mensaje de texto. Una de las empresas que ofrecen dispositivos es Amber Alert GPS, fundada por un hombre de negocios que perdió durante unas horas a su hijo de tres años en un parque de diversiones. Su rastreador posee un botón que le permite al niño enviar un mensaje de texto o hacer una llama; el padre también puede conectarse y escuchar lo que le rodea.

Dispositivos como Amber cuentan con aplicaciones para iPhone y Android, y cobran un plan de servicio mensual. Otras empresas, como Securus ofrece el eCare- para ancianos que requieren atención médica. También existen equipos GPS diseñados para seguirse a uno mismo, como el SPOT Satellite GPS Messenger, destinado a personas aventureras que suelen alejarse de la civilización.

Aunque muchos consideran que este tipo de herramientas representan una gran invasión a la privacidad de las personas, muchos padres no reparan en principios éticos a la hora de asegurar su tranquilidad y la de sus familiares.

Vía: El País