Nuevo sismo de gran intensidad en Chile vuelve a demostrar la baja capacidad de las redes móviles

El domingo 25 de marzo, me encontraba en una fiesta de cumpleaños 100, cuando comienza un sismo de alta intensidad en mi país y que, en otras ciudades, tuvo el carácter de terremoto.

Por supuesto, que la primera reacción pasado el susto inicial es comunicarse con los seres queridos y, como suele ocurrir, las redes de telefonía colapsaron, dejando a los chilenos sin capacidad de realizar llamados y, en mi caso personal, enviar SMS o utilizar Internet 3G.

En un país sísmico, se sabe que las redes de telefonía móvil son la mejor forma de comunicarse durante temblores y terremotos y, el pasado domingo, fue prueba de que no están listas para responder ante la demanda de los usuarios.

Las compañías siempre hablan de la gran inversión en sus redes de telefonía y la impresionante cobertura 3G que tienen, pero ante el sismo (que fue bastante fuerte, pero sin mayores daños), era imposible consultar fuentes de información, lo que obviamente da paso al pánico colectivo, ya que los rumores se esparcen rápido y e general son bastante más graves que la realidad.

Pasadas ya varias horas, las señales de telefonía seguían intermitentes, al igual que la Internet móvil. ¿Son capaces las empresas de otorgar servicio cuando gran parte de sus clientes intenta acceder a él? La respuesta vuelve a ser no.

Mientras en Chile y, porque no decirlo, en el resto de Latinoamérica, no seamos capaces de tener redes lo suficientemente buenas para funcionar en casos de emergencia, no podemos siquiera soñar en aprovechar los avances de los teléfonos inteligentes de última generación, por lo que el desafío está en mejorar lo existente, antes de avanzar al futuro.