Celulares y tablets producen insomnio y afectan seriamente salud
La luz artificial altera nuestro reloj biológico, provocando interrupciones en el ciclo del sueño. Pero no sólo la lamparita tiene efectos negativos, sino también otros aparatos luminosos como celulares y tabletas. Es común que llevemos estos dispositivos a la cama, pero los especialistas advierten que las consecuencias pueden ser graves.
El profesor Charles Czeisler es experto en medicina del sueño y, en un artículo publicado por la revista Nature, explica que aunque existen muchas razones por las que se hay falta de sueño en nuestra sociedad, el factor desencadenante es la luz eléctrica: «La luz afecta a los ritmos circadianos con más fuerza que cualquier droga«, asegura.
La luz artificial altera el ciclo de sueño, engañando a nuestro cuerpo. Modifica el reloj biológico, que es el encargado de regular el tiempo que dormimos y el que estamos despiertos. Pero va mucho más allá, ya que se encuentra ligado con los procesos vitales de nuestro organismo, como la alimentación, la actividad cerebral y la regeneración celular. Una alteración prolongada del sueño puede provocar obesidad, diabetes, incluso cáncer, y está muy relacionada con el trastorno bipolar.
La Asociación Americana de Medicina también realizó una dura advertencia: «la excesiva exposición a la luz durante la noche altera estos procesos esenciales y puede crear efectos potencialmente perjudiciales y situaciones peligrosas«. Nuestro ojos perciben la llegada de la noche y activa la secreción de melatonina, una hormona que nos produce sueño. Pero si la retina sigue recibiendo luz, todo el proceso se altera y puede provocar un verdadero problema de salud. A diferencia de la hipersensibilidad a la tecnología, estos efectos sí están probados.
Nuestro cuerpo es más sensible a la luz azul, aquella que emiten las famosas pantallas LED que se encuentran presentes en televisores, computadoras, tablets y celulares. Si deseas descansar, apaga las luces, la computadora y el teléfono: «Cuanto más iluminamos nuestras vidas, menos dormimos«, sentencia Czeisler.
Vía: La Nación